¿Cómo un reconocido futbolista de la liga española pasa a ser agente secreto de los nazis para la Segunda Guerra Mundial? Esta es la historia de Juan Gómez de Lecube, el veloz extremo que cambió el deporte y la fama por el espionaje.
La carrera de la ‘Motocicleta Humana’
Lecube nació un 12 de mayo de 1902 en Ribadeo, un pequeño pueblo de Galicia (España). Desde muy joven su interés por el fútbol era notorio y, antes de cumplir la mayoría de edad, ya sabía a qué se iba a dedicar en la vida. Su carrera deportiva comenzó en la Real Sociedad para luego probar suerte en el Gimnástica de Torrelavega. Fue en este último club donde demostró todos sus dotes futbolísticos, los que lo llevaron a recalar en el Celta de Vigo.
Ad portas del estreno del elenco celeste en la liga española profesional (actualmente conocida como La Liga) en la temporada 1927-1928, el menudo pero potente atacante logró hacerse un espacio en el once titular del equipo, luego de su gran desempeño en campeonatos regionales y nacionales.
Con su característico pañuelo en la cabeza y su tosco semblante, Lecube sorprendió a los hinchas y la prensa española en tan sólo un par de partidos. Su velocidad y habilidad con el balón en los pies eran las principales características del extremo gallego, quien rápidamente se ganó el apodo de ‘La Motocicleta Humana’, siendo incluso comparado con el legendario Paco Gento.
Su primera temporada en la élite fue un rotundo éxito tras convertir 14 goles en 23 partidos. Un rendimiento que llamó la atención en la capital, despertando el interés del Atlético de Madrid, club que lo fichó el año siguiente.
Fue en el elenco colchonero donde Lecube escribió su nombre en los libros de historia, luego de ser parte del primer once titular del ‘Atleti’ en el estreno de La Liga en 1929. En su estancia en Madrid, el veloz futbolista llegó a disputar 39 partidos en las dos campañas en las que se vistió de rojiblanco, anotando sólo en dos ocasiones, pese a ser considerado del equipo titular. Su desempeño y su difícil carácter lo llevaron a marcharse a prueba al Barcelona, donde no logró convencer ni debutar.
Tras su truncado traspaso al elenco catalán, España le abrió la última puerta en el fútbol a Lecube en 1932; el Valencia. Sin embargo, la ‘Motocicleta Humana’ ya tenía otros intereses en su mente y sólo alcanzó a jugar dos partidos oficiales antes de su impensado retiro deportivo.
Del fútbol al espionaje
De acuerdo al escritor Oriol Jové, Lecube se encontraba alejado del fútbol cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939. El exjugador fue reclutado por el bando nacional (pacto político franquista que se había opuesto al gobierno republicano en la Guerra Civil Española) y se convirtió en oficial de ejército en las milicias de Falange, las cuales pasaron a ser conocidas como la ‘Primera Línea’.
Luego de salir victorioso en las contiendas que se llevaron a cabo entre 1939 y 1941, el oriundo de Ribadeo se radicó en Cataluña, donde conoció al cónsul alemán Fritz Rüggeberg, uno de los tantos oficiales nazis que llegaron a suelo español gracias al patrocinio del dictador Francisco Franco. Rápidamente, Rüggeberg logró detectar un gran potencial en Lecube y le ofreció ser parte del equipo de espionaje del Tercer Reich.
¿Su primera misión? Panamá. Y es que, tras meses de aprendizaje de técnicas como el manejo de pequeñas cámaras fotográficas o el uso de la tinta invisible, la ‘Motocicleta Humana’ fue el elegido para una difícil tarea en el país centroamericano, el que servía de conexión para los buques de todo tipo que venían del Océano Atlántico hacia el Pacífico (y viceversa).
Al igual que su fugaz experiencia en el Valencia, su carrera como espía no prosperó y su misión fracasó, luego de que unos agentes británicos lo detuvieran un 25 de junio de 1942 tras ser indicado como el responsable de “actos que atentan contra la seguridad pública, la defensa o el eficaz enjuiciamiento de la guerra”.
Fue capturado por el Servicio de Inteligencia MI5 (encargado de la seguridad interna del Reino Unido) y trasladado a Londres para ser encerrado en una prisión secreta al suroeste de la capital inglesa. Allí pasó los peores momentos de su vida. Su vínculo con Adolf Hitler despertó el interés de los agentes británicos, quienes lo sometieron a largas horas de interrogatorios y torturas. Según el propio Jové, Lecube nunca se torció.
De prisionero a entrenador
Pese a estar involucrado hasta el cuello con el Tercer Reich, el MI5 no pudo obtener información de Lecube y sus inhumanos intentos para que confesara fueron en vano. Tal como contra los defensas que lo marcaban en su etapa como futbolista, el formado en la Real Sociedad dejó atrás este momento y, en 1945, consiguió su libertad sin que se demostrara que tenía vínculos con la Alemania nazi.
Una tarea que no fue sencilla para el exfutbolista, quien nunca se dio por vencido, pese a pasarlo mal tras las rejas. “He sido tratado de una manera cruelísima e inhumana, como si fuese una verdadera fiera salvaje, objeto de toda clase de insultos graves, vejaciones y humillaciones”, le escribió en una de sus cartas al rey Jorge IV, padre de la futura Reina Isabel.
A pesar de conseguir su libertad y su regreso a España, la ‘Motocicleta Humana’ inició una lucha contra las autoridades británicos con el fin de ser indemnizado por los maltratos sufridos en la prisión londinense. El exjugador del Atlético de Madrid pedía un monto cercano a las seis millones y medios de pesetas, lo que actualmente serían más de ocho mil euros aproximadamente. Sus intentos fracasaron y, desde entonces, fiel a su estilo parco, no habló más del tema.
Ya en los años 50′, Lecube había dejado atrás todo lo relacionado con política para regresar al fútbol. Lo hizo como entrenador de varios clubes de la segunda división española, aunque sin mayor éxito, siendo recordado su paso por el Lleida, donde alcanzó a dirigir más partidos.
Un extravagante sombrero había reemplazado su tradicional pañuelo blanco y, pese a no ser recordado como un gran entrenador, distintas personalidades del mundo del fútbol aseguran que el exespía nazi fue uno de los primeros estrategas en adoptar la filosofía del tiqui-taca, aunque sin resultados.
Lecube murió el 1 de mayo de 1966 a causa de un cáncer de hígado, llevándose a la tumba un montón de secretos e historias como prisionero en la Segunda Guerra Mundial.