“Nuestro apellido viene del Marqués de Valle Umbroso (marquesado de San Lorenzo de Valle Umbroso, creado por el rey de Espala en 1687), que radicaba en Cuzco en la época de esclavitud. Él era un platero, le hacía las coronas al rey de España y tenía muchos esclavos en su poder. Entonces, en la época de tantas libertades que se dio con la abolición de la esclavitud en el Perú, tanto a los afros como a los andinos, los negros libertos tenían derecho a llevar el apellido del patrón o del dominio. De allí viene el apellido Ballumbrosio. Esto fue más o menos en 1850.”
Lo tuyo es una tradición familiar, con una mezcla de zapateo, cajón, violín… ¿qué más?
“Hay una mezcla de zapateo, violín y cánticos. Cajón no hay, porque en la época de la esclavitud los africanos pudieron crear una legua con los tambores. Pero, la reina de España prohibió y mandó a quemar los tambores. Entonces esta tradición es del zapateo, de la percusión con los pies. Nosotros decimos que se tamborea la tierra.”
¿Pero tu tocaste el cajón (peruano)?
“Sí, pero no tiene que ver con la tradición del “Hatajo de Negritos”. El cajón, la cajita, la quijada, vienen después, son instrumentos que conocemos ahora. Pero sí, toco el cajón, soy percusionista. Toco el cajón, pero no es parte de esta tradición del “Hatajo de Negritos”, que dentro del catolicismo están bautizados para orar con sus danzas ancestrales a un santo.”
¿Por eso se dice que “se entrega al Niño”?
“Claro, el zapateo es para el Niño (Jesús), en nuestro caso, en El Carmen, (provincia de) Chincha, a 250 kilómetros al sur de Lima, zapateamos al Niño y a la Virgen del Carmen. En el centro de esta tradición está lo católico, lo africano, lo andino y lo español. Lo español está en los cánticos, que son como villancicos que evocan a un santo. La parte indígena es el violín, que fue adoptado por los andinos y evoca la tristeza, y a veces la alegría. Y la parte africana es la percusión que no es la que conocemos con los tambores, sino con zapateo.
“Esta es una tradición que representa la historia del Perú, de comunidades andinas y afro que pudieron resistir el yugo del caporal con sus tradiciones y costumbres. Fueron aceptadas, pero a condición de dejar sus creencias y costumbres. Por eso hay elementos que evocan la esclavitud, por ejemplo, en una tropa de sesenta zapateadores, está la mayorala, que es la jefa de todo.”
¿Y es una mujer? ¿Por qué una mujer?
“La mayorala es una mujer porque la mujer es, para nosotros, la ideal para administrar un grupo de hombres. Y después tenemos al caporal que es el que lleva la primera voz, el primer paso para que todos lo sigan, el ritmo. Luego tenemos al violinista que es la mente, el que lleva todas las tradiciones.
“Mi padre ha sido violinista. Y zapateador. A mi padre se le reconoce mucho por salvaguardar esta cultura de muchos años. Es para mí y para muchos peruanos la persona que no vendía ni transaba su tradición. Entonces nosotros, sus quince hijos, tratamos de salvaguardar esa identidad del pueblo. Dentro de esta tradición hay niños de dos años que a la justa caminan, pero zapatean, y el más añejo tendrá sesenta años. Entonces todos quieren ser como el que está adelante.”
¿Y tu madre?
“A mi padre, en el Perú, mucho se le reconoce. Pero mi madre ha sido como mi padre y hasta más. La forma en que nos educó, cómo nos condujo por un camino. Es una persona muy sabia, no bailaba, no danzaba, pero te corregía en las cosas de la vida cotidiana como en el arte, en la cultura. Por ejemplo, cantábamos una frase de una danza, y después de terminado el ensayo, ella te llamaba a un lado y te decía: “Así no es, el fraseo es así, la tonalidad no es esa”. Pero ella no sabía nada de música.”
Es impresionante como aflora el tema de la esclavitud
“Si, siempre está presente, pero inconscientemente. En la resistencia de los negros, su música siempre es alegre, a pesar de los pesares. Nuestra música, el género afroperuano reivindica muchas cosas a la vez que arrastra muchas cadenas. Pero en mi pueblo nos consideramos más afroandinos, porque tenemos cosas que evocan eso. Como la cajonerita, el zapateo, las yunzas (celebración ritual ancestral) que es un cortamonte que tienen como tradición los andinos. Es un pago a la tierra que también tenemos los afro, pero solo en mi zona, pero es más alegre, más festivo. Es una tradición que hemos compartido con los andinos por años y siglos. El Carmen es conocido como el epicentro de la cultura negra del Perú.”
Ustedes sienten discriminación, racismo, por parte de las autoridades, élites o por parte de pueblos originarios
“Si, eso está politizado. Es increíble, porque el que haya mesas en el gobierno que defiendan las etnias invita más a la discriminación, a la separación. En mi región hubo un censo hace 6 años en el cual nos encasillaron para catalogarnos como afroperuano, moreno, mulato o como sambo. Algo que nos subsanaba de la discriminación o nos hundía más. Sabíamos que todas esas casillas eran para separarnos. Muchos afroperuanos empezaron a considerarse simplemente peruanos. Pero había una subvención para que siguieras llevando esas cadenas.
“Tengo un centro cultural que se llama Amador Ballumbrosio en el que no contradecimos todo esto, pero si indicamos que la verdad es la libertad y la unión, el hacer comunidad. Le puedo decir que los Ballumbrosio no hemos sufrido discriminación porque podemos defender nuestra identidad, una identidad propia del pueblo. Pero conozco a otras personas, de mi color, que han sufrido discriminación porque no son Ballumbrosio, no son Guadalupe. Entonces, hay discriminación.”
Tu viviste en Europa, supongo que eso te dio otras herramientas que te ayudan.
“Cuando llego a vivir a España no me dediqué a la música, sino a la cocina. He trabajado en todo, me fui a los diecisiete años de mi casa, y en España estudié cocina. Y luego pude irme a Francia, donde encontré una persona que apoyó mis deseos y ganas de superación.
“Gracias a la nostalgia aprendí muchas cosas, sobre todo el amor a mi tierra y a lo que tenía, a lo que estaba perdiendo. Esa es la suerte en Europa, que el artista, el músico, es considerado un aporte importante para la cultura. En cambio, en Latinoamérica están discriminados porque somos bohemios y poco productivos. Pero ¿qué sería del mundo sin arte, sin cultura?”
¿Cómo concilias eso de decir soy peruano sin casillas y al mismo tiempo promueves una cultura muy particular?
“Es así, dentro de cómo me declaro para el Estado, soy peruano. Pero si quiero aportar, digo soy afroperuano, o afroandino. Siempre trato de explicar mi posición como cultor reivindicando esta diversidad que hay en el Perú.
“Si van a Cusco, el lugar más conocido del Perú, a la Fiesta (de la Virgen del Carmen) de Paucartambo, que es la fiesta de la Virgen del Carmen, como la fiesta de mi pueblo, es fiesta de negros y de andinos. Pero las danzas que hacen en Cusco se llama danzas de negritos y usan máscaras de negros. Y ellos nos consideran a nosotros como los verdaderos negritos, porque es así. Pero dentro de las promociones turísticas, no van a presentar eso. Nosotros tenemos una riña con las instituciones que les compete divulgar la diversidad del Perú en su riqueza. Como no somos tan coloridos como los Andes, no entramos en el catálogo promocional del Perú.”
En los videos que he visto, aparece la esclavitud. Porque todo lo hacen con lo mínimo.
“Es loco, porque a veces te quieren transformar en una caricatura para vender al turismo. Te quieren poner un vestuario que no corresponde para nada. Dicen cuál es el vestuario tradicional del festejo de la zamacueca. Tengo muchos amigos músicos chilenos que han hecho residencia en nuestro centro cultural, y algunos regresan confundidos porque se vende eso. Por ejemplo, las bailarinas usan un vestido corto mostrando las piernas, y eso no es la tradición. El vestuario tradicional es como los esclavos o las amas de casa iban a trabajar al campo, con vestido largo. Si iban al algodón, el algodón tiene una espina, entonces se protegían cubriéndose. No queremos vender fantasía.
“Incluso hay un género que es impuesto, que se llama la Valentina, que es una forma de baile afro en el Perú. La Valentina no era un burdel, pero sí un espacio de vedettes, donde las mujeres salían con un vestido corto y un top bailando afroperuana y la gente de “buen vivir” iba a ver y a pasar lo que pasaba. Hoy se baila la Valentina, pero no saben su historia y la gente lo normaliza.”
Más allá de ser y sentirte peruano, de su cultura y diversidad, ¿te sientes reflejado en otras culturas afro?
“Si, sin ir más lejos, si no existieran fronteras, nuestra música sería una. En Chile, históricamente, tienen la cueca, que en Perú tenemos la zamacueca, que por conflicto con Chile la llamaron Marinera, la transformaron por ser muy vulgar. Tenemos mucho parentesco con Argentina, Brasil… y si vamos más lejos, yo he estado en África y es muy gracioso: La mitad de Francia es África.
“Teníamos un grupo peruano y fuimos a tocar en la Unesco, en París. Estábamos haciendo una comparsa, un pasacalles con instrumentos tradicionales afro del Perú, tocando música negra peruana y había un grupo de africanos, de negros de Congo o de Mozambique, no sé. Pero mis amigos me dijeron “aquí es la fiesta”, y fuimos a tocarles y ellos no reaccionaron, no movían ni las cejas.
“La esclavitud del Perú es árabe. Como a quinientos metros había un grupo de árabes que nos escuchó y comenzaron a hacer la fiesta, ¡increíble! Comenzaron a cantar en su lengua con nuestro ritmo. Me fui a un festival en Marruecos, y hay un género que llevan los musulmanes que es como el atajo, de nuestro pueblo. Usan una corona y el zapateo como en mi pueblo, entran en transe, son moros. Mi padre siempre me decía “nosotros somos moros, que no nos cuenten cuentos”.
“Fui invitado por Constanza Symmes para el Seminario Internacional de Patrimonio, convocado para contagiar a los hermanos chilenos: no hay que decaer, tengo un centro cultural auto subvencionado. Tenemos que hacer las cosas bien con nuestros propios recursos.”
Miguel Ballumbrosio Guadalupe visitó nuestro país invitado al Seminario Internacional Patrimonio 2025 que se desarrolló entre el 7 y el 9 de mayo en el Centro Cultural La Moneda, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Palacio Pereira.